Imagino que le ocurre a todos los aficionados a los relojes, a menudo alguna persona con pocos conocimientos relojeros pregunta si tu reloj es «bueno», en estos casos el «bueno» no tiene el mal sentido machadiano de la palabra, ese «bueno» es el antónimo de falso. Yo siempre contesto lo mismo, que sólo tengo relojes honestos, relojes que no pretenden aparentar lo que no son,… bueno, tengo un discurso más o menos ensayado sobre que es infinitamente mejor un modesto japonés que cualquier reloj falso,… que concluye insistiendo en que son relojes «probes, pero honraos».

Como he repetido ese discurso en demasiadas ocasiones, me he dado cuenta de que mis últimos relojes no cumplían íntegramente la condición de relojes honestos de la que tanto presumo. Se trata de relojes con una historia más compleja de lo habitual, un calibre buscado aquí, una caja encontrada allá,… Una esfera que alguien había olvidado en un cajón… Si, complejidad creo que es la palabra justa.

Pues he intentado resumir esa complejidad en una sola frase, que ahora luce en la trasera de esos relojes. Se puede saber el origen, el calibre y el año de su transformación en reloj de pulsera. Si hay alguna característica especial también la he incluido en el texto…


Algunos de los fondos se lo han puesto difícil al artista, pero los que no ponen obstáculos resultan especialmente agradecidos…


En algún caso ha cabido, incluso, una referencia al ensamblador del reloj…


…por cierto, si el mérito del ensamblaje es de Javier (Epicuro150), el del grabado es de Diego, al cual he llegado por intermediación de. MAlabart, a ambos gracias por el excelente trabajo.

A estos relojes y a sus viejos calibres, les quedan por delante muchas horas que contar, muchísimas,… tal vez diversas generaciones los ciñan a su muñeca, pero sin que se pierda su historia.