por Josep Camós en "Circula seguro"
El airbag es un avance tecnológico en materia de seguridad pasiva del vehículo que, sin llegar a la importancia que tiene el cinturón de seguridad, ha supuesto una verdadera revolución en el mundo del automóvil por cuanto ayuda al cinturón a retener a los ocupantes del vehículo cuando hay una colisión grave, salvándolos de graves daños producidos por los desplazamientos involuntarios a que se ven sometidos durante la repentina desaceleración.



Quizá hayamos visto algunas veces airbags desplegados, incluso un día tuvimos aquí un airbag que explotó de manera fortuita por una avería no reparada, pero nunca hemos contemplado cómo se despliega un airbag tal y como lo vamos a hacer hoy, desde cinco perspectivas muy diferentes que nos ayudarán a valorar mejor este elemento indispensable para nuestra protección.
El funcionamiento básico de un airbag se basa en la medición de la desaceleración que experimenta el vehículo tras un impacto en la carrocería. Cuando se dan las condiciones necesarias según las opciones que se hayan incorporado a la centralita del airbag, se activa un dispositivo pirotécnico que al estallar (de forma controlada, eso sí) causa una reacción química producto de la cual el cojín se infla de nitrógeno, saliendo de su receptáculo gracias a que la tapeta que lo cubre está troquelada. Junto a la bolsa de aire sale un puñado de polvos de talco que sirven para facilitar el despliegue del cojín.
¿Cuáles son esas condiciones? Aquí entramos en la selva de los secretos industriales. Hay airbags que se disparan o no en función del peso de los ocupantes para evitar disparos innecesarios cuando no hay nadie en el asiento y para evitar daños a los niños, y hay airbags que no se disparan si el impacto inicial forma parte de un patrón que comprende un segundo choque mayor donde el airbag será vital, ya que en un siniestro complejo la explosión de un airbag es como una ruleta rusa a la inversa: si se dispara antes de tiempo, el ocupante se queda sin airbag para cuando lo necesite de verdad.
Sí, y todos estos procesos pasan a una velocidad de vértigo. Vamos a verlo.

Un airbag que se despliega de repente


Buah, no le da tiempo a hacer nada. Ni… a enterarse.
Yo no lo habría resumido mejor. Un airbag se despliega en pocos milesegundos (el valor exacto del tiempo de expansión depende de cada fabricante) y su velocidad de salida está en torno a los 300 km/h. Es un suspiro tan ágil como resulta necesario para que cumpla con su función. De hecho, los primeros prototipos de airbag tardaban segundos en inflarse, y para cuando querían ayudar al ocupante este ya tenía un chichón en la cabeza. De pega, porque todo eran probaturas, pero chichón al fin y al cabo.

Un airbag ralentizadísimo



En esta secuencia, rodada con cámara de alta velocidad, vemos el proceso de despliegue de un airbag. El flash marca el segundo 0 para mejor control de la acción, y a partir de ahí vemos cómo el cojín se infla de aire en un movimiento absolutamente elástico que seguramente Jaume os explicaría muy bien (pero está de vacaciones) y a los 80 milisegundos ya empieza a deshincharse por los orificios que quedan ocultos al ocupante del vehículo. Así se consigue que el airbag, pese a su contundencia, sea suave al absorber parte de la energía cinética.
Un dato: la acción completa a partir del flash, a partir de que estalla el dispositivo pirotécnico del airbag, dura 300 milisegundos. Como decía el hombre del Opel Astra, el airbag no da tiempo a hacer nada. Lógico. Está ahí para eso, para que no nos dé tiempo ni a golpearnos contra el coche… ni nada.

Un airbag para motoristas, en acción



Visto y no visto, por mucho que nos muestren la repetición de la jugada a cámara lenta. Como si fuera una especie de Mortadelo que de repente se disfraza de Bibendum, el muñeco de Michelin, el motorista queda protegido de forma instantánea por un airbag de mochila que se abre en cuanto detecta una caída gracias a un sistema de cable enganchado a la moto. Al dispararse el airbag, el cuello y los hombros del motorista quedan envueltos por el cojín, evitando lesiones en esas zonas tan expuestas.

Un airbag de motero, en simulación ralentizada



En esta simulación que reproduce un choque entre una moto y un turismo, vemos cómo el airbag que lleva el motorista se hincha en 85 milisegundos, el tiempo justo para evitar que el motero golpee contra el capó del coche y caiga al suelo sin ninguna protección.

El airbag, sin cinturón de seguridad

Aviso:
El siguiente vídeo contiene una simulación por ordenador que puede herir sensibilidades.




Yo siempre prefiero avisar antes de mostrar este spot, que motivó en su momento airadas críticas al ser emitido por la tele en horario infantil pero que sigue siendo mi favorito para explicar por qué el airbag no sustituye al cinturón de seguridad. Dejo a continuación una traducción propia del texto locutado durante el anuncio por si a alguien se le resiste el inglés. Lo dicho: puede herir sensibilidades.
Richard no quería morir, pero no pudo parar. El choque contra el otro coche no lo mató, pero él no llevaba puesto el cinturón, así que continuó su camino. Golpeó contra el interior del coche, pero eso tampoco lo mató. Sin embargo sus órganos internos continuaron viajando hasta chocar contra las costillas, que le perforaron los pulmones. Y se le reventó la arteria aorta… y eso fue lo que mató a Richard.
Los sistemas de seguridad del vehículo han sido concebidos para utilizarlos de forma conjunta, y eso no hay que olvidarlo en la vida. El cinturón de seguridad, siempre puesto.