Amigos, he decidido filosofar un poco sobre este fenómeno que tanto nos apasiona.
No siempre hubo relojes de pulsera, claro está. Me contaron que el primer reloj fue obra de los sumerios, quienes idearon "el mecanismo de antiquitera", forma primitiva del reloj tal como lo concebimos actualmente, con ruedecitas y engranajes. Menudos eran los sumerios...
Más tarde, el reloj de sol, el de arena, ... el hombre se devanaba los sesos para medir el tiempo, algo obviamente necesario. Y así llegamos al reloj de bolsillo; el cual tiene muchos adeptos, pero aún el objetivo primordial no era otro que la medición del tiempo.
Con la llegada del reloj de pulsera, y sobre todo con su posterior evolución, tuvo lugar la perfecta unión entre lo práctico y lo hedónico (lo placentero). Rápidamente llegó a ser un complemento del vestir en toda regla, hasta llegar a ser un auténtico objeto de culto: ya ven a lo que ha llegado el coleccionismo en este género.
Todos nosotros experimentamos ciertamente placer contemplando nuestro guardatiempos abrochado en la muñeca; me atrevería a decir que miramos más veces el reloj que la hora, al menos a mí me sucede.
Las mujeres usan otros complementos; para ellas, por lo general, el reloj sólo es un complemento más. Para el hombre, por el contrario, es el complento por excelencia (haciendo salvedad de los medalleros y nomeolvideros, que de todo hay en la viña del señor).
El reloj de pulsera dice mucho de quien lo porta. Eso es indudable.
Hay quien gusta de ostentar mazacos de oro, a veces hasta con brillantes. Esta tendencia está disminuyendo a medida que avanza la ola de robos.
Otros, en cambio, eligen relojes con clase que, siendo más caros incluso que esos mazacos, no dan nada el cante. Ello denota mayor clase, claro está.
Luego están esos pelucos que no son caros, que se consiguen por mil euros en el mercado de ocasión y que pueden dar tantas o más satisfacciones que los anteriores, sobre todo en exclusividad a mejor precio. Los vintages son un buen ejemplo.
Quienes portan pelucos de cuarzo anteponen la hora al placer; son gente práctica. Las mujeres suelen decantarse por el cuarzo, más exacto y no hay que estar poniendolo en hora cada dos por tres, sólo en el cambio de pila o de hora.
Hay gente muy pudiente que no ama la relojería. Yo he conocido médicos importantes con un reloj japonés de plástico negro.
Otros buscan la exclusividad más absoluta posible: buscan vintages de los que se fabricaron pocas piezas, y están dispuestos a pagar muchísimo más de lo que realmente valen.
Y podría seguir con esto, pero no merece la pena, sería exhaustivo: el asunto es concluír que un reloj dice mucho de quien lo lleva.
A ver que opinan ustedes. Un saludo.